Brazzaville y la SAPE


Pasé el fin de semana del 3-4 abril en Brazzaville. "Sólo" cruzar el río... 7 kilómetros dicen que tiene a esta altura. (La foto ya está hecha desde el otro lado, lo que se ve al fondo es Kinshasa).

Fueron sólo dos días, pero me dio tiempo a respirar un poco ese otro ambiente tan distinto que tiene la capital del Congo a secas (a éste, el de la "República Democrática...", también se le llama con frecuencia "Congo" sin más, para abreviar, pero hay que tener cuidado con no liarse, como les pasó a los de Correos hace dos Navidades con el paquete de embutidos y turrones que me mandaban mis padres y que nunca llegó porque, según ellos, fue a parar al Congo que no era... a saber).

¿Que qué es tan distinto? Casi todo. Quizá se parezcan algo los baches de las calles sin asfaltar y las telas de los vestidos de las mujeres. Pero esa especie de tensión invisible de Kinshasa desaparece automáticamente al otro lado. Y eso ya me parece bastante para que cambie todo (o casi). Allí, las piernas vuelven a servir de medio de transporte sin necesidad de volverse todo ojos por los posibles abordajes callejeros. Los taxis sirven realmente de medio de tranporte sin miedo a ser secuestrado y -lo más desconcertante para el que viene de Kinshasa- sin tener que discutir el precio. No hay ni que preguntar: 700 francos CFA la carrera.

Pero quizá la diferencia que más me sorprendió y que por lo que he podido averiguar es exclusiva de Brazzaville, es el fenómeno de la SAPE: "Société des Ambienceurs et des Persones Élégantes". Lo descubrí en la tarde-noche del domingo, cuando salimos a tomar una cervecita tranquila a una terraza de la ciudad. No fue exactamente por azar, ya que quienes nos guiaban sabían lo que se hacían. La terraza aparentemente no tenía nada de particular: mesas y mesas repartidas en un área relativamente grande, con algún árbol particularmente bonito entre medias. Cuando llevábamos un rato sentados, empecé a reparar en unas figuras que se desmarcaban claramente del resto. Ir vestido de traje en un domingo no tiene en principio nada de particular, pero sí lo es ir vestido con esos trajes y llevarlos como los llevaban los personajes en cuestión. Estaban claramente exhibiéndose. Algunos llevaban pipas de fumar apagadas en los labios. Otros, bastones tipo "dandy". La mayoría, pañuelos lamativos en el bolsillo superior de la chaqueta, perfectamente conjuntados con la corbata o pajarita. Creo que se me quedó la boca abierta un buen rato, no había visto nada parecido antes. No era un desfile, no era una representación teatral, eran personas que querían explícitamente ser miradas y, sobre todo, admiradas.

Pero se me ocurre algo mejor que intentar seguir explicando lo que vi. Buscando en la Web he encontrado unos artículos del fotógrafo Héctor Mediavilla, los recomiendo no sólo por el aspecto curioso, estético o cultural, él va bastante más lejos. Copio un pequeño párrafo:
Respetados y admirados por su comunidad, los sapeurs de hoy se consideran artistas. Con sus refinados modales y su impecable estilo al vestir, aportan un toque de glamour en su humilde entorno. Cada uno ejecuta un repertorio propio de gestos que lo distingue de los demás. Ellos también persiguen su gran sueño: viajar a París y regresar a Bacongo como aristócratas de la elegancia.

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